Innovar es llevar a la práctica las
ideas que producimos durante el proceso creativo.
Suelo
hablar mucho de la importancia de ser creativo e innovador, pero habitualmente,
son conceptos que parece que por ir unidos suenan a lo mismo, y hay una gran
diferencia entre ambos.
Empecemos
definiendo lo que es creatividad. Según la RAE
es: “facultad de crear, capacidad de
creación”.
Para
Frank Barrom es “la disposición a la originalidad”. Y hay otros autores como Donald W. Mackinnon que también introducen el concepto de “originalidad” en
la definición de la misma.
Incluso
la propia Wikipedia (que haríamos
algunos sin ella, aunque hay que usarla con “reservas”), introduce el concepto
de “originalidad”.
Otras
definiciones como la de Paul Matussek
también hablan de “descubrir relaciones
entre experiencias antes no relacionadas”
Para
mi es relacionar dos o más conceptos entre sí, que no lo están por su propia
naturaleza y crear algo nuevo y diferente.
Pero
en general, esa creación debe tener
valor y ser útil si hablamos desde el punto de vista de la organización y
no meramente artístico, por ejemplo que también.
Debe
aportar nuevas formas de analizar un problema, aportando nuevas soluciones.
Debe tener un sentido utilitarista, pues podemos crear ideas muy originales y
estar desprovistas de valor o utilidad.
Joseph Schumpeter fue quien introdujo el
término innovación en su “teoría de las innovaciones”. Lo define
como una nueva manera de producción.
Afirma
que la sociedad y la economía se transforman cuando los factores de producción
se combinan de manera novedosa. También que son la clave del crecimiento
económico y que quienes implementan
este cambio de manera práctica son los emprendedores.
La innovación
hace referencia a poner en valor esa nueva idea, esa nueva creación. Nos mueve
hacia el futuro, siempre y cuando logre incorporarse a la vida de los seres
humanos, al día a día y sirva para mejorarla.
Por
ello hay un matiz importante entre ser creativo y ser innovador. La innovación supone,
dicho de manera poética “llevar a la práctica un sueño o idea” siempre dentro
de los parámetros descritos anteriormente.
Conozco
a muchas personas creativas, seguro que tú también, siempre llenas de ideas,
pero no por ello son innovadoras, porque les falta “dar el salto”.
Y es
que hay un gap importante entre
ambas.
Más
de una vez habrás pronunciado u oído la frase de “se queden en el mundo de las ideas, que ahí no sirven para nada”.
Innovar
supone realizar una apuesta por el futuro, asumir riesgos y sobre todo algo que
se nos da muy mal a casi todos, salir del círculo de confort y dar un paso
hacia la incertidumbre.
Posiblemente,
como Schumpeter ya contaba con ello,
introduce en su definición, que son los emprendedores los que implementan las
innovaciones.
Pero
el sistema educativo en el que nos movemos en general (no hablo del español en particular
ni entro en polémicas de plena actualidad), no fomentan la creatividad y mucho
menos la innovación.
Sir Ken
Robinson, experto en creatividad, lo tiene muy claro,
las escuelas y la forma en que educamos a nuestros hijos está socavando la
creatividad. Bueno el dice: “Schools
kills creativity” en su conferencia TED.
Así
que, si ser creativo ya de por sí, es casi una misión imposible, cuando se
trata de llevar esas ideas a la práctica, y salvar el gap que existe entre la
producción de ideas y la innovación, parece ser que es casi tarea para superhéroes.
Nos
queda un buen trabajo por delante para generar un entorno donde la creatividad
y la innovación sean algo frecuentes. Entornos que favorezcan la implementación
de de ideas, ya sean grandes o pequeñas (no todos somos Steve Jobs), beneficiosas para la sociedad.
Empezando
por la educación a todos los niveles (escuela, familia, entorno de juegos) y
acabando por las ayudas administrativas que faciliten poner en práctica nuevos proyectos.
Pero,
¿por que no empezamos nosotros mismos apoyando y aplaudiendo a todas las
personas creativas e innovadoras, en lugar de estimularles a que se integren en
la misma rueda donde ya estamos los demás?