Desde muy joven, en los restaurantes siempre
me trataban muy bien, a veces me sorprendía, ¡hasta me llamaban señor!
Esta
semana… les toca a los clientes. Ya era hora, ¿verdad?
Pues
sí, porque repasando un poco los post del blog, siempre planteo los temas desde
el punto de vista de la empresa. Pero y ¿el cliente?
Podríamos
hacer un repaso a todas las teorías de las expectativas, los tipos de satisfacción
(exigente, estable, resignada, insatisfacción estable, insatisfacción exigente),
o revisar la diversa literatura que hay al respecto.
Pero
vayamos a algo más sencillo, el comportamiento
del consumidor como cliente.
En
más de una ocasión habrás observado la prepotencia con la que ciertos clientes se
dirigen a las personas que les están atendiendo.
Aquí
os dejo un link que no tiene desperdicio, derechos
de las dependientas, del foro femenino donde se quejaban de los malos
tratos recibidos por algunos clientes. Bueno, no sé si algunos o muchos, porque
a mí me suena también que son más que menos.
Entre
los que van haciendo gala de que ganan más que nadie y se creen que están por
encima de quien les atiende o sirve, (no sirvientes), los que se creen que por
pagar ya tienen derecho a gritar, patalear, insultar…
Luego
están los que sus expectativas siempre están muy por encima de la realidad. Los
que piensan que con unos pocos de euros ya tienen derecho a casi todo y
protestan e insultan, sin más.
Podría
hacer una clasificación, pero no sería nada ortodoxa, sólo basada en mi
observación, casi sería banal.
Yo
soy un cliente exigente, creo que ya lo he comentado en otras ocasiones, soy
un cliente anglosajón.
Pero
la exigencia no tiene nada que ver con la mala educación, con el no saber
estar, tratar a las personas como si fueran sirvientes o esclavos.
Se
puede ser exigente y tratar con una delicadeza y amabilidad tal, que cambie
hasta la actitud de quien nos rodea. El gritar e insultar no solo no nos inviste
de razón, más bien al contrario.
Estaba
pensando que claro, no hay una escuela para enseñar a los clientes a
comportarse, ¡pero sí que la hay! Porque la
educación se enseña, se inculca, se aprende y se aplica. Y comienza de
nuevo el ciclo.
Así
que cuando veo a algún cliente hecho un obelisco, gritando, irritado, raramente
pienso que tenga razón en su queja o reclamación. Y lo segundo es “pobres de los que lo tengan que aguantar
todo el día”.
Porque
no nos engañemos, somos lo que somos, en todos los aspectos de la vida. El
educado lo es para todo, el que grita, grita siempre, etc. Me cuesta trabajo creer que alguien que
machaca verbal y moralmente a otra persona, sólo lo haga en esa situación.
Me
encanta que me atiendan bien, y lo agradezco, continuamente. Por
favor, gracias o muchas gracias, cuando puedas… suelen ser las palabras que empleo habitualmente cuando estoy de
compras, de restaurantes o bares.
¡Y
si vieras como funciona!
Y
cuando hay algo irremediablemente mal, definitivamente roto, pido la hoja de
reclamaciones, escribo una carta y un post, y a seguir.
Un
último pensamiento, ¿nunca has tenido un mal día? Pues quien te atiende, te asesora
en una tienda o te sirve la comida también lo puede tener.
¿O
acaso ya no es de aplicación “errare humanun est”?
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